Teresa Berganza - «Cuando está tan hondo» ("El barquillero", 1975)

Con libreto de José López Silva y José Jackson Veyán y música de Ruperto Chapí, el 21 de julio de 1900 se estrenó en el teatro de verano Eldorado de Madrid la zarzuela en un acto "El barquillero". El elenco de su estreno estuvo encabezado por la señorita Miralles como Socorro, José Mesejo como Eugenio, Amparo Taberner como Pepillo, Eliseo Sanjuán como Lunaritos, Leocadia Alba como Prudencia, Emilio Mesejo como el Cabo Melgares y el señor González en el papel de Cayetano. Pese a su indudable calidad y al gran éxito de público, la obra obtuvo unas inexplicables críticas adversas. Esta circunstancia no impidió que se prorrogase su triunfo primero en el teatro Príncipe Alfonso y más tarde en el Apolo, sala en la que se mantuvo en cartel durante mucho tiempo. Destacó entre todos sus fragmentos la hermosa romanza de Socorro “Cuando está tan hondo", un número que ha conocido numerosas versiones hasta nuestros días. Destacaron entre todas ellas las realizadas por Felisa Lázaro (Odeón, 1922 Felisa Lázaro - «Cuando está tan hond...), Ángeles Ottein (Odeón, 1932), Montserrat Caballé (Vergara, 1964 Montserrat Caballé - «Cuando está tan...) o Elina Garança (Deutsche Grammophon, 2010 Elīna Garanča - «Cuando está tan hond...). En 1954 se realizó la única grabación completa de la zarzuela bajo la dirección de Ataúlfo Argenta con un reparto formado por Toñy Rosado, Carlos Munguía y Juan de Andía. En 1975 Teresa Berganza recogió su versión de la mencionada romanza dentro de su disco "Un concierto de Género Chico", editado por Zambra en 1975. Participó en aquel álbum The English Chamber Orchestra a la batuta de Enrique García Asensio.


«Cuando está tan hondo,
¿quién mata el querer?
¡Para él! ¡Ay! ¡Ya lo creo
que estoy para él!

Cuando el amor se apodera
del alma de una mujer,
no hay poder que lo eche fuera,
que es muy grande su poder.
¿Cómo he de olvidarle
si vivo para él?
¡Si no hay fuerza bastante en el mundo
que tuerza el querer!

Quiero que me vuelva loca
con su labia, el picarón,
diciéndome, así, bajito,
con todo su corazón:
"¡Ojitos de cielo!
¡Carita de gloria!
¡Ramito de flores!
¡Boquita de miel!
Dame el calorcito
de tu cuerpecito.
¡Por Dios, que me muero
de frío sin él!"

¿Cómo he de olvidarle
si le llevo aquí?
¡Si aún le escucho llorando en mi reja
cantándome así!

Un corazón sin amores
es una flor sin aroma,
una noche sin estrellas,
un arbolito sin hojas.

¡Quiéreme, chiquillo!
¡Quiéreme, por Dios!
¡Que tengamos perfumes y estrellas
y hojitas los dos!

Cuando está tan hondo,
¿quién mata el querer?
¡Para él! ¡Ay! ¡Ya lo creo
que estoy para él!»