Adviento, tiempo para formar el corazón

fraynelson
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Preguntas teológicas...

- Si en el Hijo de Dios estaba nuestra salvación, ¿por qué Dios tardó tanto en enviar a su Hijo?
- Sólo hay una respuesta posible: porque la Humanidad necesitaba una preparación.

- ¿No podía Dios acaso simplemente perdonarnos y situarnos en un estado renovado de amistad con Él?
- Aunque hablando en términos absolutos no era imposible que Dios hiciera algo así, esa clase de salvación no contaba con nuestra voluntad ni con nuestro entendimiento. Lo cual tiene dos inconvenientes:
 - Omite la condición propia del ser que Dios nos dio; prácticamente supone contradecirse Dios, que da un ser y luego obra sobre nosotros al margen de ese ser que nos dio.
 - Por lo mismo, una salvación así no suponía ninguna clase de aprendizaje o de avance, y por tanto dejaba al ser humano en la condición de repetir la misma falta con las mismas consecuencias.

- ¿Entonces qué clase de preparación se requería?
- Se requería que interviniera nuestra condición de creaturas; básicamente, que intervinieran nuestra inteligencia y nuestra voluntad.

- ¿Cómo debía intervenir la inteligencia (o entendimiento)?
- Descubriendo que el mal existe; que nosotros no sólo padecemos males sino que los cometemos; que puede discernirse entre lo bueno y lo malo; y que estamos llamados a ser mejores de lo que usualmente somos. Todo este proceso requería de tiempo, y ese es el tiempo que precedió a la llegada del Hijo de Dios, nuestro Salvador.

- ¿Cómo podía Dios dar ese entendimiento a toda la Humanidad?
- La Humanidad perdió su unidad interior a consecuencia del pecado. Para llevar la claridad de la conciencia moral era necesario empezar por un pueblo en particular; a ese lo llamamos el pueblo elegido.

- ¿No suponía eso una especie de privilegio para ese pueblo y de discriminación en contra de los otros pueblos?
- Por la falta de unidad entre todos los pueblos, no había otra manera de hacer las cosas, sobre la base de tomar en serio la libertad humana. En cuanto al "privilegio," el plan de Dios era doble: primero, que el pueblo elegido comprendiera que había sido escogido sin mérito propio; y segundo, que el pueblo elegido se viera a sí mismo y actuara como servidor de los demás pueblos.

- Esa fue la parte de la inteligencia. ¿Y en cuanto a la voluntad?
- A medida que la inteligencia fue iluminada, a través de la Ley y los Profetas, el pueblo elegido pudo empezar a discernir el profundísimo nivel de daño que había causado el pecado. Propiamente lo que el pueblo descubrió es que el centro mismo de nuestras decisiones y afectos estaba podrido por el pecado. Ese centro es llamado "corazón" en la Biblia. Se requiere, pues, de un nuevo corazón. Llegar a esa conclusión tomó muchos siglos.

- ¿No bastaba entonces con proponerse seriamente hacer el bien?
- No bastaba y no basta. Nuestra capacidad de reconocer lo bueno y desearlo está más o menos entera, aunque en eso hay también muchos errores en muchísimas personas. Sin embargo, cuando se trata de buscar el bien mayor, de manera coherente y consistente, y dándole la gloria al único que la merece, es decir, Dios, nuestra voluntad se queda radicalmente corta. Esta clase de lecciones sólo las descubrieron los judíos en el contexto durísimo del destierro, cuando el mal se presentó de modo más claro y profundo en sus vidas.

- ¿Y qué sucede cuando una persona, o un pueblo, descubre esa necesidad del nuevo corazón?
- Se va, poco a poco, constituyendo toda una espiritualidad de la humildad, de la desconfianza en las fuerzas humanas (incluyendo, por supuesto, las propias); además,  la atención y la esperanza se centran más y más en Dios, en su bondad, en su sabiduría, en su poder providente.

- ¿Hay un nombre para esa manera de ver las cosas y de afrontar la vida?
- Sí; es la espiritualidad de los Pobres de Yahveh. Podemos decir que eran la parte de la Humanidad que estaba lista, hasta cierto punto y hasta donde es posible, para recibir la salvación. Eran los herederos del largo camino que condujo hasta la llegada del Mesías.

- ¿El camino de ellos es entonces el que nos corresponde a nosotros?
- Exactamente. Un camino de humildad y súplica; un camino de comunidad y conocimiento de sí mismo; un camino de desprendimiento de tantas cosas del mundo y vivo apego al Dios de la gracia. Ese es el camino propio del Adviento. Vivir el Adviento es rehacer el camino que hizo la Humanidad, y muy especialmente el pueblo elegido, hasta llegar a encontrarse con el Señor.

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3 سال پیش در تاریخ 1400/09/08 منتشر شده است.
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